Reflexiones sobre las hermandades y cofradías

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Queridos hermanos de nuestro Padre Jesús de la Victoria y María Santísima de la Paz,

Agradezco la invitación que, de manera tan generosa se me ha hecho por esta querida hermandad, para poder plasmar en un artículo, mis convicciones y pensamientos de lo que significa para mí ser miembro de una hermandad y consecuentemente las obligaciones y responsabilidades que ello conlleva.

El encargo de este artículo, me ha hecho interpelarme sobre lo que para mí mismo significa, el sentido verdadero de las hermandades, el papel de los hermanos en ellas en una sociedad cada vez más secularizada y el culto público de las mismas en la Semana Santa, tal como la vivimos hoy. Impulsado por esa misma búsqueda voy a exponerles a ustedes, no tanto mis certezas, que son pocas, cuanto mis propias inquietudes, que son muchas y precisamente lo hago en una hermandad señera de nuestra ciudad que todos reconocen y admiran.

Mis reflexiones se encaminan en profundizar sobre el significado que tienen para mi las siguientes premisas:

- Ser o hacerse hermano de una hermandad.
- La hermandad a la que pertenecemos.
- La cofradía como expresión pública de fe.
- La sociedad actual en que vivimos.

Por pura lógica, la primera reflexión debe ser sobre el primer paso que da una persona que quiere hacerse miembro de una hermandad. También es de sentido común el preguntarle para qué quiere pertenecer a una corporación religiosa y el “por qué”. En mi opinión, el futuro hermano debe tener muy claro el motivo de pertenencia a una hermandad. Aquí entra la importante labor de los órganos de admisión que tenga cada hermandad, así como, el proceso de formación que deba tener el “aspirante” para que tenga todas las ideas claras para su incorporación final o no a la institución. He de reconocer que las incorporaciones a las hermandades se realizan en muchas variantes, desde la tradición familiar, de niños, a través de amigos, por devoción…etc., pero siempre hay un momento en la vida de las personas en la que se pregunta “el por qué” de su pertenencia a una hermandad. En definitiva, más allá de limitar o restringir el acceso de nuevos hermanos, lo que es bueno y conveniente es que el que entre en una hermandad, deba saber a donde va, por qué lo hace y lo que ello significa.

De este modo llegamos a nuestra segunda reflexión, en la que pienso que, los hermanos deberían buscar en su hermandad un espacio donde poder desarrollar su fe como cristianos comprometidos.

En esta línea, nuestras hermandades y cofradías con sus luces y sus sombras, con sus logros y sus carencias, siguen canalizando, por fortuna, esa dimensión vertical del espíritu simbolizado en los brazos de la Cruz de Cristo, que se abren amorosamente a todos cuantos sienten su llamada. Hermandades que, a mi juicio, necesitarían salir de cierto ensimismamiento y deberían proporcionar a sus miembros una mayor formación y una mas honda espiritualidad, que los hiciera cristianos, cada vez mas preparados para defender y argumentar sus creencias. Pero ellas siguen siendo, en medio de una sociedad cada vez mas secularizada, un cauce de esperanza para la acción pastoral de la Iglesia.

Es en la hermandad que elijas donde creces como persona y como cristiano comprometido y en donde vuelcas todos tus esfuerzos por formarte, practicar y desarrollar los valores cristianos que te han inculcado. En definitiva, es donde aprendes a “hacer hermandad” con todos tus hermanos y en la sociedad en donde vives.

Las hermandades son el cauce idóneo para proporcionar a nuestros hermanos los medios y herramientas necesarias para poder llevar a cabo las obras asistenciales y de caridad, que mitiguen de alguna forma las injusticias y desigualdades del mundo que nos ha tocado vivir.

Si la hermandad a la que perteneces te ofrece todo lo necesario para que te puedas desarrollar como persona y cristiano (cultos, formación, caridad…) y lo aprovechas participando en ellos, te sientes lleno y plenamente integrado y la sociedad así lo va ha percibir refrendando el gran valor que estas instituciones aportan a la misma. Si te haces hermano sin tener claro su significado, no aprovechas lo que te ofrece la hermandad y solo lo haces para “salir de nazareno”, también la sociedad lo va a percibir aunque con otras connotaciones que restarán credibilidad al testimonio público de fe más importante de las hermandades.

De esta forma llegamos a la tercera reflexión, “La cofradía como expresión pública de fe”. Siguiendo el razonamiento, me atrevería a afirmar que una persona plenamente consciente de su incorporación a una hermandad y teniendo claro todo su significado, mantiene su interés en participar en la vida de hermandad, asumiendo la formación que allí se presta, será consecuentemente un buen hermano y por consiguiente un buen nazareno que conformará parte de un cortejo procesional que a todas luces será modélico. Evidentemente habrá hermanos –nazarenos que participarán únicamente en ese día de la Semana Santa, a éstos, habrá que darle también su sitio ya que los motivos y razones de cada uno son insondables y el que tenga relación con Dios aunque sea durante un día, siempre es importante y además, en algún momento, podrá incorporarse a la hermandad mas intensamente cuando así lo determine.

Pero lo importante y esencial es que todos sean conscientes de que van a hacer una estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral para adorar al Santísimo Sacramento.

Somos asociaciones religiosas que durante un día al año realizamos una protestación pública de fe en nuestra estación de penitencia. Si esto lo tenemos claro, la participación de nuestros hermanos-nazarenos será responsable y redundará en el correcto discurrir de nuestra cofradía y así será captado por el público que nos observa.

La Semana Santa actualmente no pasa por sus mejores momentos, entre otros motivos porque se está perdiendo el verdadero sentido de lo que debe ser una cofradía en la calle. Se tiende más a la cofradía espectáculo que a lo que verdaderamente debe de ser. No cabe duda que el diferente carácter del sevillano y consecuentemente de las hermandades de la que forman parte, dan lugar a diferentes estilos de cofradías en los diversos barrios que conforman la ciudad, pero esto no es óbice para que se pierda el carácter religioso y de respeto de una cofradía en la Semana Santa. Con todos mis respetos, a veces da la sensación que algunas hermandades realizan su estación de penitencia a “la campana” en vez de a la S.I.C. Esta responsabilidad la tenemos todos nosotros que somos los obligados moralmente a corregir y denunciar estos excesos y muy especialmente la tienen las instituciones que participan en su organización, muchas veces mas preocupados en otros asuntos más superficiales que los que de verdad afectan a nuestras hermandades.

La “masificación” es un problema añadido, producto directo de la concepción errónea del verdadero significado, como he comentado antes, de la hermandad-cofradía. Ni “numerus Clausus” ni restricciones de ningún tipo, solo insistir y exigir al hermano-nazareno mas responsabilidad, formación y compromiso cristiano, en una “única” estación de penitencia durante la Semana Santa, evitando así el “profesionalismo” o el “frikismo” tan en boga en los últimos años. Labor ésta que costará años, pero que los responsables de las hermandades deberíamos tomar en serio para preservar este fabuloso legado que hemos heredado de los hermanos que nos precedieron.

Para finalizar, me adentro en mi cuarta y última reflexión, dentro de una sociedad cada vez más compleja y secularizada en donde la educación, la falta de valores y de respeto están a la orden del día. Es misión nuestra, de las familias, colegios, universidades y en último término de las instituciones y organismos municipales el de corregir estos errores y tendencias tan acentuadas en los últimos años y que son un grave problema para el normal discurrir de nuestras procesiones y cofradías por las calles de nuestra ciudad. Las hermandades y cofradías son un fiel reflejo de la sociedad que nos ha tocado vivir, es misión nuestra dar ejemplo, tomar la iniciativa y convertirnos en hermanos responsables y comprometidos con la Iglesia y con nuestra hermandad.

La piedad popular constituye uno de los grandes viveros con los que, amorosamente cultivados, cuenta hoy la Iglesia de Cristo para la nueva evangelización urgida por los últimos Pontífices. Hay que mirar con la mente abierta y el corazón dispuesto a lo que hay de sustancial por debajo de las apariencias, ya que los sentidos, tan importantes en el mundo de las hermandades, son muchas veces el cauce que canaliza la relación del espíritu con el mundo de la trascendencia. El futuro de las hermandades está en nuestras manos y estoy seguro que si somos capaces de transmitir estos valores a nuestros hermanos, así como, el amor y el culto a nuestros Sagrados Titulares, la continuidad de nuestras queridas instituciones estará garantizada.

 

Alberto Ybarra Mencos