La jornada del 24 de septiembre de 2016 quedará ya grabada por siempre en nuestra memoria y en nuestra historia.
Fue un día lleno de emoción y alegría, de orgullo, recuerdo, reconocimiento y agradecimiento a todos los hermanos que nos han precedido y que han convertido a nuestra Hermandad en lo que hoy somos.
Los hermanos de La Paz nos echamos a la calle para llevar y acompañar a María Santísima de la Paz a la Santa Iglesia Catedral para que, una semana más tarde, fuera coronada canónicamente.
Teníamos muy presente y cercana la jornada del 75 aniversario de nuestra fundación, y aquellas tardes se parecían mucho entre sí. Los jardines de la parroquia se llenaban de hermanos desprovistos de túnicas blancas. La luz de la tarde nos confundía y, aunque éramos los mismos, nos sentíamos aturdidos por vernos formando tramos sin que el color blanco flotara en las capas, sin que hubiera filas de capirotes apuntando al cielo del barrio. Éramos los mismos y los nervios se entremezclaban con el desconcierto de no ver blancos nazarenos. Pero la Hermandad estaba allí, presente.
Una calurosa tarde de septiembre, sin aroma a primavera, en la que nuestra Hermandad estaba decidida a conquistar el corazón de Sevilla. A las 17.15h, unos minutos antes de la hora prevista para facilitar la vida ordinaria de la parroquia, se puso en marcha el cortejo.
La cruz de guía asomaba bajo el dintel de la puerta de la parroquia como el grito de un estandarte que anuncia la presencia de una legión.
Precedida por la Agrupación Musical Ntra. Sra. de la Encarnación, avanzaba y se fundía en la calle Río de la Plata como un delta imaginario entre un mar de personas. El cortejo lo formaban más de 500 personas en cuatro tramos de hermanos con luz, separados por el Banderín Asuncionista, el Simpecado y nuestro Estandarte. El cuerpo de acólitos y la presidencia cerraban las filas justo delante del paso de la Virgen, acompañado por la Banda de Santa Ana de Dos Hermanas y comandado por nuestro hermano y capataz Ernesto Sanguino. En esta jornada participaron los hermanos costaleros de la cuadrilla del Señor de la Victoria, organizados en tres cuadrillas, que llevaron a la Virgen hasta la Catedral.
El espíritu alegre que nos caracteriza como cofradía se acrecentaba, si cabe, con el engalanado del barrio organizado por un grupo de hermanos.
Pero la verdadera alegría estaba dentro de las filas, dentro de cada uno de los hermanos de La Paz.
¿Te has dado cuenta de la alegría que desprende nuestra Hermandad?
La expresión plástica de la misma se plasma cada Domingo de Ramos y es una auténtica explosión de nuestra personalidad. Nuestra cofradía es luz y color, algazara, juventud y niñez. Atesoramos el espíritu de un niño que corretea en el parque. La ilusión permanente del aprendizaje, del pequeño nazareno que mira a la vida desde su corta estatura con los ojos bien abiertos, ansioso por descubrir la vida más allá del antifaz. Los hermanos de La Paz regresamos a la infancia cuando nos reunimos alrededor de nuestros Titulares. Es ahí, en ese recuerdo presente, donde se desatan nuestra memoria y emociones, donde nos asaltan los momentos y las personas que nos enseñaron a vivir la Hermandad. Es ahí donde somos verdadera Hermandad.
Y así, con esa felicidad propia y compartida, íbamos flotando con paso firme dispuestos a conquistar Sevilla, a compartir con ella nuestra historia, nuestro orgullo y nuestra devoción.
Un ejército de Paz invadió Sevilla: el traslado histórico a la Catedral marcó el alma de una Hermandad y el corazón de toda la ciudad
Un ejército de Paz invadió la ciudad y no encontramos resistencia.
Porque Sevilla nos esperaba y nos recibió expectante y agradecida, contagiada de nuestra alegría nos arropó en todo el recorrido.
Fueron especialmente destacables algunas estampas del día como la Virgen por la Plaza de España con la luz baja de la tarde. O la llegada de la cofradía a una Puerta de Jerez totalmente abarrotada. El discurrir por la Plaza de la Contratación, la calle Miguel de Mañara o la Plaza del Triunfo fueron de una belleza difícil de olvidar. A las 23.00h el palio de María Santísima de la Paz se posaba frente a la Virgen de los Reyes, ya dentro de la Catedral. Y justo ahí se detuvo el tiempo, se hizo el silencio. La Paz había invadido Sevilla.
